Por Fernando Gascón, Miguel Angel Pellicer y Mª Cinta Osácar | El comercio de gemas por Internet se va extendiendo y muchas joyerías y fabricantes se van incorporando al mismo para incrementar de esta forma sus negocios y, en general, con buenos resultados. Algunos otros incluso se dedican a la venta en Internet en exclusiva lo que indica la viabilidad de estas ventas online. En la mayoría de los casos existe la certeza de que lo que se compra es lo que se recibe.
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Pero al mismo tiempo surgen también otros vendedores online que aprovechan el desconocimiento del mundo de las gemas para conseguir pingües beneficios de forma engañosa. Aprovechan este amplio mundo virtual y la lejanía entre el país de oferta y el de los posibles compradores, en el cual como mucho se llega a conocer la dirección de la web y en ocasiones una IP, la mayor parte de las veces cambiante, desde la cual ofertan sus productos engañosos. Estas ofertas engañosas pueden, incluso, incluir un certificado avalado por un laboratorio gemológico.
Presentamos el ejemplo de un par de granates de Malí, adquiridos por internet con su correspondiente certificado. El lote recibido consistía en una tarjeta plástica donde estaba grabado el certificado, con un encapsulado donde se encontraban las gemas. Hay que hacer notar que el laboratorio emisor –AGI– usa un acrónimo de tres letras que coinciden con la del archiconocido y reputado GIA.
Pero las gemas, ¿eran los granates que se ofrecían en Internet? Averiguarlo requería un estudio de las gemas.
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ESTUDIOS REALIZADOS
Los datos del certificado
En primer lugar, había que examinar el certificado mismo y los datos que aportaba. El certificado tiene su correspondiente número, de manera que se puede acceder al mismo por la web del laboratorio emisor, y realmente se comprobó que existía en la web y los datos eran los mismos que en el certificado que acompañaba a las gemas recibidas. A partir de ahí, se determinaron las propiedades de las gemas para compararlas con los datos del certificado.
El color de las gemas, así como su talla cojín, eran coherentes con el certificado enviado. Las dimensiones de las gemas recibidas también coincidían aproximadamente con las que constaban en el certificado (ambas piedras eran muy similares). Sin embargo el peso ya no coincidía: en el certificado se podía leer 10,50 quilates y las gemas recibidas pesabas 10,86 quilates; esto ya hacía sospechar sobre la veracidad del certificado y de las gemas encapsuladas en el mismo.
«Nadie regala nada o hace descuentos elevados sin más. Si el precio de oferta es muy diferente al precio del mercado, lo más seguro es que se trate de un engaño»
Además, el certificado presentaba errores impropios de cualquier laboratorio gemológico, ya que asignaba un carácter birrefringente a las gemas, con un índice de refracción de 1,76 a 1,78. Si bien el índice de refracción de los granates de Malí está en este rango, son naturalmente monorrefringentes y, como máximo pueden presentar algo de birrefringencia anómala. Lo esperable es que el certificado hubiera dado un solo valor de índice de refracción, dentro de ese rango y, si era el caso, hubiera advertido de la presencia de birrefringencia anómala.
Por esta razón se hicieron las medidas gemológicas estándar a las gemas con los siguientes resultados: el índice de refracción estaba fuera del refractómetro convencional, por lo que se usó uno digital, en el que el valor fue de 2,27; el peso específico medido en balanza hidrostática fue de 6,23. El auténtico granate de Mali tiene un peso específico menor de 4.
A la vista de estos datos ya se descartó que las gemas enviadas fueran lo que prometían es decir, granates de Malí, por lo que se procedió a su identificación, bajo la sospecha de que pudiera tratarse de circonitas.
Identificación de las gemas
Conocidos ya el peso específico y el índice de refracción de las gemas, se pasó a la observación con el espectroscopio, donde se observó una banda estrecha en amarillo-naranja y en verde y una línea en azul.
En cuanto a la reacción a la luz ultravioleta, se observó una fluorescencia rojo anaranjado intensa bajo la longitud de onda larga y más débil bajo la corta.
Bajo la lupa ambas gemas eran muy limpias. En la observación microscópica no se apreciaron inclusiones características peculiares, las aristas eran finas, y sólo alguna estaba un poco desgastada, lo que sugería una buena dureza; esos pequeños defectos podrían haberse debido a rozamiento con otras gemas de igual naturaleza pertenecientes a un lote donde hubieran permanecido juntas.
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Todos estos datos eran compatibles con una circonita amarilla, pero para determinar inequívocamente la naturaleza de las gemas se procedió a realizar un análisis mediante espectroscopia Raman. El equipo utilizado disponía de la longitud de onda verde (532nm) que es la utilizada comúnmente para gemas. La prueba se realizó no sólo sobre las gemas problema sino también sobre patrones de naturaleza conocida: un granate de Mali utilizado, un granate sintético y una circonita patrón del mismo color.
Los resultados fueron concluyentes: el espectro Raman de la gema problema era similar al de la circonita del mismo color.
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CONCLUSIONES
En este caso se recibieron unas gemas que no se correspondía a lo que se había comprado en Internet, con un certificado de un laboratorio que a su vez tampoco se correspondía con la identidad de la gema que certificaba, y que ofrecía datos incoherentes incluso con lo que prometía.
Caben varias explicaciones que no dejan de ser elucubraciones, el laboratorio tenía página en Internet donde se podía buscar el certificado mediante su número de expedición, lo que podría interpretarse que en algún momento del envío se había cambiado la gema encapsulada original por la gema recibida.
Otra posibilidad es que se hubiera falsificado el certificado por completo: el rango de valores del índice de refracción podía haber sido tomado de una ficha de granates de Malí, donde se indicase el rango posible de este índice, y haber sido malinterpretado como una supuesta birrefringencia .
De todos modos, hay una premisa a tener en cuenta siempre y es que nadie regala nada o hace descuentos elevados sin más. Si el precio de oferta es muy diferente al precio del mercado, lo más seguro es que se trate de un engaño, «nadie vende billetes de 5 euros a cuatro euros».
A la memoria de Fernando Gascón.