Por Elena Almirall Arnal | La isla que hoy conocemos como Santorini —una de las más famosas entre las Cícladas— se llamó, mucho tiempo atrás, Thera, en honor del héroe Teras, descendiente de Cadmo, que fue su fundador mítico. Ya a mediados del siglo XIX se comenzaron a realizar en ella diferentes estudios arqueológicos, pero no fue hasta 1967 que se inició la excavación del famoso yacimiento de Akrotiri.
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Esta, dirigida por Spyridon Marinatos, uno de los arqueólogos griegos más famosos, especialista en las civilizaciones minoica y micénica de la Edad del Bronce, sacó a la luz innumerables tesoros que habían quedado enterrados bajo ceniza, tras la erupción cataclísmica del volcán de la isla, que tuvo lugar a mediados del II milenio a.C.
De entre todos estos tesoros, que forman parte del llamado Arte del Egeo, me fascinan en especial los interesantísimos frescos —realizados principalmente con pigmentos minerales y datados alrededor del 1600 a.C.— pues en ellos aparecen tanto la flora y la fauna del lugar como diferentes figuras humanas: los hombres representados siempre con la piel roja o tostada y las mujeres en blanco u ocre.
En este artículo, me gustaría centrarme justamente en esos retratos femeninos —no sólo los de Akrotiri, sino también los del palacio de Cnosos en Creta, así como la dama de Micenas— pues suponen un verdadero catálogo de belleza, elegancia y lujo.
Tanto es así que se han realizado diversos estudios y exposiciones en museos (Museo Arqueológico Nacional de Atenas, Museo Heraklion en Creta, Museo Helénico en Melbourne) y en universidades (Graz y Viena) sobre la ropa y las joyas utilizadas por las mujeres egeas de la Edad del Bronce, destacando entre todos ellos los trabajos de la doctora Bernice Jones.
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La joven sacerdotisa de Akrotiri
Estas mujeres, representadas de forma sublime, suelen ir ataviadas con largas faldas de colores y ceñidos corsés, que dejan su pecho al descubierto. Llevan diferentes tocados y joyas, tanto pendientes (son muy habituales los grandes aros) como collares y pulseras, pero, curiosamente, no aparecen sortijas en las pinturas, a pesar de haberse encontrado, en los yacimientos minoicos y micénicos, numerosos anillos de sello, que pueden ser de oro o utilizar gemas. Además, suelen tener el cabello largo, moreno y rizado, en ocasiones adornado también con cintas y cuentas.
La primera de estas damas que mencionaré es la que se conoce como La joven sacerdotisa de Akrotiri, llamada así por que porta un quemador de incienso en las manos y parece estar realizando algún tipo de ritual. Tiene la cabeza rapada (pintada de azul), aunque no completamente, pues conserva ciertos mechones de cabello en forma de serpiente; algunas partes de su cuerpo están teñidas de rojo y naranja, lo que sugiere que quizás se aplicaban un tinte como el azafrán o la henna por razones cosméticas o rituales. Lo más destacado de su joyería son los grandes pendientes en aro de oro.
También llevan grandes aros de oro Las adoradoras del Áditon, tres mujeres que parecen encaminarse hacia un espacio sagrado. Todas ellas visten ricas telas y lucen elaborados peinados. La primera lleva un collar de cuentas amarillas en la mano (que, en mi opinión, podría ser de ámbar, pues esta gema fue muy valorada en el Mediterráneo desde fecha muy temprana y se solía utilizar para cuentas de collar), pulseras, ¡un choker!, un collar ¿de fayenza? y una guirnalda, que se ha descrito como de estambres de azafrán, alrededor del pecho.
Vemos que la última de ellas está igualmente rapada, lo que denotaría su juventud. También ‘Las recolectoras de azafrán, encontradas en Akrotiri, lucen pendientes, cintas en el pelo y diferentes collares de vistoso colorido.
La ‘Señora de los Animales’
Especialmente interesante es la dama que se ha interpretado como una diosa (la Potnia Theron o ‘Señora de los Animales’) pues está sentada en un trono y protegida por un grifo; frente a ella aparece un mono que le presenta una ofrenda mientras una joven vierte flores de azafrán en un gran cuenco. La diosa lleva, además de grandes pendientes, pulseras y adornos en el pelo, dos originales collares de colores, uno con patos (o cisnes) y otro con libélulas.
Aunque, hasta la fecha, no ha aparecido ninguno similar en excavaciones arqueológicas, las joyas encontradas en el llamado Tesoro de Egina (hoy en día en el Museo Británico), de origen minoico y datadas entre 1.850 y 1.550 a.C., son también de una factura excepcional y, entre ellas, destaca un colgante de oro que representa a un dios de la naturaleza, el ‘Señor de los Animales‘, que sostiene dos gansos y está de pie entre flores de loto; del mismo conjunto son unos pendientes de oro en forma de serpiente de dos cabezas, en cuyo interior aparecen dos perros y dos monos y de cuyo aro penden diversos colgantes de discos y búhos alternados.
En cambio, sí se han encontrado collares similares a los que lleva la Dama de Micenas (siglo XIII a.C.), una diosa de expresión seria y pensativa, representada aceptando una ofrenda en forma de collar, que sostiene en su mano derecha. Lleva un corpiño de manga corta sobre una blusa que enfatiza su pecho. Llama la atención su intrincado peinado al igual que sus ricas joyas, tanto pulseras como collares.
No podemos terminar este artículo sobre las grandes damas del Egeo sin citar a la Parisina, datada en 1350 a.C. y encontrada en el palacio de Cnosos, que fue bautizada así por Edmond Pottier, el historiador del arte que, por su aspecto, la comparó con una mujer del París de finales del siglo XIX.
Esta pintura de una joven con un vestido brillante y cabello moreno rizado es una de las imágenes más icónicas del arte minoico. Su piel es blanca y su ojo grande, de contorno oscuro, lo que recuerda al estilo egipcio, pero sus labios de un rojo intenso son únicos.
Y, finalmente, debemos mencionar a las Damas de Azul del mismo edificio, datadas entre 1500 y 1450 a.C. y halladas —como la Parisina — por Sir Arthur John Evans (el famoso arqueólogo británico descubridor del palacio y acuñador del término “civilización minoica”, que hace referencia al mitológico rey Minos) a principios del siglo XX. Estas, a pesar su controvertida reconstrucción, son de una belleza excepcional.
El fresco representa a tres mujeres sobre un fondo azul, que portan atuendos similares a los que hemos visto anteriormente, así como elaborados peinados. Por sus joyas se ha sugerido que pertenecían a la clase alta y que estaban conversando entre ellas durante un festival o ceremonia de la corte.
No sabemos con certeza el rol de las mujeres en la civilización minoica pero parece que tuvieron un papel predominante y que, desde luego, contaban con más libertad que en la sociedad griega posterior.
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Personalmente, todas estas representaciones femeninas me resultan fascinantes y muy muy sugerentes, ¿Qué opináis?, ¿os maravillan tanto como a mí?
Elena Almirall Arnal es doctora en Historia por la Universidad de Barcelona, además de escritora, Gemóloga y Tasadora.