El aprendizaje de joyería en el siglo XVIII ¿Cómo hemos cambiado?

Amelia Aranda nos sumerge en la formación de los joyeros del siglo XVIII
viernes, 21 de enero de 2022 Actualizado a las 11:13
Amelia Aranda

La historiadora y conservadora de Patrimonio Nacional Amelia Aranda nos trasladó el martes pasado casi tres siglos atrás en su segunda Conferencia para el Instituto Gemológico Español. En esta ocasión con un tema muy poco conocido, pero que nos ofrece una interesante panorámica sobre cómo era la formación joyera hace ya casi 300 años: los libros de dibujos para los exámenes a ‘joyero’.

Desgraciadamente, nos comentaba Aranda, debido a diferentes vicisitudes no se han conservado muchos de los exámenes de joyería y platería en España, y buena parte de los mejor conservados pertenecen al siglo XVIII. Entre estos libros destacan los de Cataluña, y en menor volumen también Sevilla, Valencia, o Pamplona. 

«Los dibujos son extremadamente elaborados y en realidad la joya apenas tiene valor testimonial. ¿Por qué? Porque en ese momento los plateros reivindicaban que no eran artesanos, sino artistas»

Herederos de la época medieval, todos los gremios se regían por unas ordenanzas internas que eran de carácter obligatorio. Los Gremios establecieron fiestas, cargos rectores, situación de los aprendices… y, especialmente el examen de maestría que facultaba a los pupilos para abrir tienda. Tres pasos de aprendizaje.

Un dato curioso que nos aportaba Amelia Aranda era la situación del aprendiz: En primer lugar se establecía un ‘Contrato de aprendizaje’ ante notario. El tiempo estipulado era de entre 3 y 8 años, aunque la media estaba en seis años. El patrón tenía que darle alojamiento, vestirle y alimentarle, al tiempo que enseñarle el oficio.

«El alumno, además de ser mayor de 12 años y ‘cristiano viejo’ tenía la obligación de aprender y la ausencia injustificada estaba severamente penalizada»

Eso sí, el alumno, además de ser mayor de 12 años y ‘cristiano viejo’ tenía la obligación de aprender y la ausencia injustificada estaba muy penalizada. En torno a los 25 años era cuando se presentaban al examen de maestría en el que, en el caso de Cataluña, debía presentar sus diseños ante un jurado y posteriormente elaborar la pieza presentada, además del obligatorio examen oral para evaluar sus conocimientos teóricos también. Previo pago de unas tasas al Gremio. Aquí van algunos ejemplos

Como se puede ver los dibujos son extremadamente elaborados y en realidad la joya apenas tiene valor testimonial. ¿Por qué? Porque en ese momento los plateros reivindicaban que no eran artesanos, sino artistas. Por eso presentan esos dibujos, muchos de ellos policromados, para demostrar que no sólo saben hacer joyas, sino que pueden dibujar y pintar. Bernabé Villalonga, 1757. A la derecha de la imagen unos pendientes ‘tutti frutti’, con piedras de color engarzadas, firmado por Josep Selma,1768.

En la imagen izquierda, representación de una constelación en forma de aderezo, típicos a partir de esa época. Aquí los protagonistas son la joya en el pecho y los pendientes. Pau Girona, 1757.

A la derecha otro aderezo, pero realmente lo destacable es el dibujo es la esencia del momento, el Rococó, gracias a la influencia del arte francés a mediados del siglo 18. Gracias a este dibujo nos damos cuenta de esa explosión, de ese barroquismo exagerado… y ese gusto por el furor decorativo. Es un dibujo de examen, no nos olvidemos. Antón Costa i Martí, 1754.

La mayor parte de piezas presentadas al examen eran anillos. El alumno dibujaba la pieza, pero luego tenía que hacerla. De modo que no podía ser muy suntuosa porque eso suponía un elevado inversión que debía costear el examinado. En la imagen superior, Interior de un taller de platería. Onofre Vilar i Ballester, 1761.

Evolución hacia el neoclásico

Los dibujos de maestría son también reflejo de la época. Saltamos ya al siglo XIX en Cataluña y ahora ha cambiado la grafía, el estilo ha evolucionado, más hacia el neoclásico y el romanticismo. A la izquierda un dibujo de Pablo Cucurny, 1844, y a la derecha Gaspar Fuster, 1852.

Escuela de Sevilla

En este caso lo que se conserva en Sevilla son dos libros, de plata y de oro, por separado, y que estaba en la cofradía, en la hermandad. Lo que hacía el aspirante a maestro era meter el puntero y sacar el dibujo.

Los libros tenían entre 16-18 dibujos, y el aspirante tenía que meter el puntero por una página y lo que salía lo tenía que dibujar y posteriormente ejecutar.

Gremio de Pamplona

En el caso de Pamplona el examinado tiene que hacer un dibujo de una pieza, le dan a elegir entre dos o tres; la hermandad vota con un haba blanca, y con una negra. Si hay más de las primeras dará el paso siguiente, que se lleva al taller y hace la pieza que ha dibujado. Entonces los examinadores le dan, o no, el aprobado.

Se conserva un libro de Pamplona aunque se cree hubo otro. Son muy ricos porque no sólo nos dice el nombre, la fecha… nos ofrecen más datos sobre el autor.

Gremio del Reino de Valencia

Se caracterizan por una menor calidad frente a los anteriores, casi bocetos, no tienen el detalle se llega a la conclusión de que en ese momento el detalle, el dibujo no era importante, sino las tasas, una cuestión económica, y una pieza final en condiciones. En Valencia se conservan tres libros, desde 1508, hasta 1852.

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