El mes pasado cerramos definitivamente la casa de mis padres, la casa de mi infancia qué lamentablemente había permanecido vacía, muy vacía, durante tres años, así que tocaba sacar todos los muebles y enseres.
Los que habéis pasado por este trance seguro que sabéis lo emotivo y en ocasiones desgarrador que es enfrentarse a todos estos objetos, cartas y documentos que vas encontrando en todos los rincones de la casa, en fin, tocaba dejar la casa vacía.
El mejor mueble de la casa era un bargueño o cabinet del siglo XVIII con múltiples cajones y departamentos —algunos de ellos con mecanismos de acceso secretos— que había pertenecido probablemente a mi bisabuelo.
Un bargueño es al fin y al cabo un secreter, un mueble donde escribir y esconder secretos, pues bien, haciendo honor a su nombre, en uno de los muchos recovecos y escondrijos que tienen estos magníficos muebles encontramos unas hojas del periódico ABC de los años 40 y un carnet del gremio de joyeros fechado en 1947.
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Empecé a leer con detenimiento y reconocí en una foto del periódico a mi abuelo, Cristóbal Rojas, perito tasador judicial experto en joyas al que también pertenecía el carnet de agremiado.
Con mucha curiosidad empecé a leer el artículo que se titulaba “La bolsa de piedras preciosas en un café de Madrid” y me resultó tan interesante que pensé compartirlo ya que nos da una imagen de cómo se desarrollaba la compraventa de joyas y el oficio de la tasación en aquel café de Madrid de finales de los años 40.
Las joyas de una aristócrata rusa…
Nos cuenta el autor que un amigo le había pedido poner en contacto a una aristócrata que había salido huyendo de la Rusia soviética con un comerciante de piedras en Madrid, un tal señor Klein, con el objeto de vender algunas de las joyas que esta había conseguido sacar de Moscú.
Lo que sorprendió al periodista era que el señor Klein no atendía en un despacho o en una joyería: sólo atendía en el Café Madrid, de 3 a 5 de la tarde. Unos días después, al presentarse con la princesa rusa en el establecimiento, le desconcertó que la transacción se realizase en un espacio público y abierto.
«Aquí no se ha perdido nunca ni la más mínima chispa de brillantes… El joyero que engañara en la calidad o en el peso a un compañero o a un cliente tendrá que renunciar a su negocio”
En las mesas de un rincón de la cafetería se encontraban dos docenas de hombres con montoncitos de brillantes, perlas y otras gemas, y entre ellos estaba mi abuelo, Cristóbal Rojas, quien no se dedicaba tanto a la compraventa como a la tasación en juzgados y montes de piedad.
Al preguntar al señor Klein sobre la seguridad del lugar, este le contestó: “aquí no se ha perdido nunca ni la más mínima chispa de brillantes…El joyero que engañara en la calidad o en el peso a un compañero o a un cliente tendrá que renunciar a su negocio”
En las mesas los joyeros y tasadores seleccionaban de las distintas joyas las gemas que les interesaban y correspondían ya que cada uno estaba especializado en un tipo de gema y tamaño: uno en los diamantes grandes (evidentemente el señor Klein), otro en los medianos, otro en los pequeños, el otro en las piedras de color o las perlas, e imagino que algún otro compraría el oro o el platino.
A pesar de que como dicen en el artículo “La joya, para serlo requiere el maridaje del arte en su confección y la riqueza de sus materiales” las joyas eran desmontadas y repartidos los diferentes elementos. El tasador lamenta que las joyas deben ser desarmadas, perdiéndose así el trabajo de los artesanos joyeros, un valor que desaparece inevitablemente. Esto sigue pasando hoy en día. Algunas joyas maravillosas que terminan en casas de subastas o montes de piedad son destruidas y su valor se mide únicamente en gramos y quilates.
¿Quién sabe si su alianza de matrimonio contiene algo del oro de las joyas de la princesa rusa o… de una moneda del imperio romano?
Probablemente la mayoría de las joyas que se han fabricado a lo largo de la historia han terminado desguazadas y fundidas, perdiéndose la elaboración y la belleza de la joya montada, despojándola de su componente artístico, pero al mismo tiempo con la certeza de que tanto las gemas como los metales nobles se incorporan de nuevo al mercado.
No debemos olvidarnos que en estos momentos donde la sostenibilidad cada día tiene mayor protagonismo, las joyas realizadas con materiales preciosos son los objetos que más se han reciclado en la historia de la humanidad. ¿Quién sabe si su alianza de matrimonio contiene algo del oro de las joyas de la princesa rusa o… de una moneda del imperio romano?
Jorge Rojas es joyero, diseñador y comunicador.
info@jorgerojas.com
Puede descargar el artículo original completo del Periódico ABC, en PDF, a través de este enlace