La Joyería en la Era Trump (III): Córdoba se moviliza frente al proteccionismo Made in USA

La maquinaria asociativa cordobesa se mueve y su presidente, Isidoro García-Escribano nos adelanta algunas claves de las acciones previstas antes incluso de la entrada en vigor de los aranceles de Trump. La Asociación apunta a tres claves que pasan por la diversificación de mercados; fortalecer el valor añadido de la marca Joyería Cordobesa y la colaboración publico-privada e interempresarial para seguir navegando en estas aguas revueltas
Panorámica del Parque Joyero de Córdoba, principal núcleo productivo del sector en nuestro país.
miércoles, 9 de abril de 2025 Actualizado a las 13:25

Primero el precio del oro disparado y ahora los aranceles previstos por Trump. ¿Estamos ante la ‘tormenta perfecta’ para el sector joyero español e internacional?

Efectivamente, podríamos hablar de una ‘tormenta perfecta’, no en tono catastrofista, sino como un momento crítico donde se cruzan grandes tensiones globales que obligan al sector a repensarse. La joyería europea, y por tanto la española, no es ajena a las convulsiones de la economía mundial: el precio del oro, que ha alcanzado máximos históricos, y ahora los movimientos proteccionistas de Estados Unidos, representan desafíos reales.

Pero también, como bien sabe la historia, de los tiempos de mayor presión han surgido las grandes oportunidades. Quizás estemos ante una oportunidad de redefinirnos con más autenticidad y proyección. Estamos muy atentos a todo el entorno y los cambios que conlleva.

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¿Va a sufrir doblemente la joyería española y en concreto la cordobesa, tanto como exportadora directa, como por fabricante externo para grandes marcas europeas por todos conocidos y que venden en EE.UU?

Sin duda. Córdoba no solo exporta joyería, también produce para la alta gama europea, muchas veces de forma discreta pero esencial. El alma de muchas piezas que se venden en Nueva York o Los Ángeles se fragua en nuestros talleres.

Los aranceles impactan, por tanto, en dos direcciones: por un lado, encarecen el acceso directo a EE.UU.; por otro, tensionan las relaciones comerciales con firmas europeas que cuentan con nosotros para su producción. Es una situación compleja, pero también una oportunidad para que se reconozca con más claridad el papel estratégico de Córdoba como epicentro joyero de Europa.

«El alma de muchas piezas que se venden en Nueva York o Los Ángeles se fragua en nuestros talleres»

¿A pesar del sobrecoste que supongan los aranceles, los clientes norteamericanos seguirán comprando joyería o se teme que, al no ser un producto de primera necesidad, sea de los primeros en caer?

La joyería, aunque no sea un bien de primera necesidad, responde a una pulsión humana profunda: la de celebrar, recordar, vincular. En momentos de incertidumbre, muchas veces los objetos que contienen valor simbólico ganan peso. Es cierto que el mercado puede resentirse a corto plazo, especialmente en gamas medias. La cuestión principal será también el impacto de una posible crisis global como consecuencia de la guerra comercial que acaba de empezar y de futuro aún muy incierto.

Isidoro García Escribano, presidente de la Asociación Provincial de Joyeros, Plateros y Relojeros de Córdoba San Eloy. © Imagen: Manuel Delgado Rojano.

¿Qué ‘contramedidas’ o alternativas se está planteando el empresariado joyero cordobés?

Estamos explorando tres vías: la diversificación de mercados, el fortalecimiento del valor añadido de nuestras piezas —es decir, que se reconozca no solo el metal o la piedra, sino la historia, la técnica y el alma de quien la crea— y, por supuesto, la cooperación interempresarial. Córdoba necesita actuar como un gran taller colectivo, sin perder la riqueza de sus fabricados ni el sello personal de cada joyero.

Además, estamos intensificando la relación con instituciones como IMDEEC (Instituto Municipal De Desarrollo Económico y Empleo de Córdoba), Diputación y Junta de Andalucía porque entendemos que la joyería no es solo un producto: es patrimonio vivo y una industria que tenemos que preservar.

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Una de las claves va a ser más que nunca el apoyo institucional. ¿Esperan que la joyería sea incluida dentro de estas medidas que se van anunciando?

Por supuesto, como te decía, desde nuestra asociación estamos en diálogo constante para que la joyería no quede fuera de las políticas de impulso económico. La joyería es industria, es artesanía, es cultura, es identidad territorial y también es una vía de internacionalización económica. Lo tiene todo para ser considerada sector estratégico en nuestra ciudad. Sería incoherente dejarla al margen de las medidas de apoyo, cuando genera empleo, posiciona a Córdoba en el mundo, y además representa un legado que conecta con la historia de nuestro país.

La voluntad institucional es firme y así nos lo han trasladado. Ayer mismo recibí llamada de la presidenta del IMDEEC emplazándome a una reunión para valorar nuestra necesidades. Es muy de agradecer la disposición, créeme.

«Es el momento para la Indicación Geográfica Protegida (IGP) para la joyería cordobesa, una reivindicación justa y necesaria»

La consejera de Economía de la Junta de Andalucía anunciaba recientemente potenciar la acción exterior y buscar mercados como Japón, Australia, Iberoamérica… ¿Coincide en esto el sector joyero cordobés?

Completamente. De hecho, ya hay casas cordobesas con presencia consolidada en América Latina y en Asia. Japón y Australia representan mercados sensibles al detalle, a la excelencia técnica y al relato detrás de cada pieza, tres virtudes que Córdoba posee desde la época califal.

Nuestra tradición dialoga con esas culturas que valoran lo hecho con alma y tiempo. Iberoamérica, por otro lado, es una extensión natural de nuestra herencia cultural, y puede convertirse en una vía de crecimiento sostenible y emocionalmente significativa.

¿Sería un buen momento para animar a la Administración a acelerar el reconocimiento de marca como es la IGP en la que trabajáis?

No solo sería un buen momento, es el momento. La Indicación Geográfica Protegida (IGP) para la joyería cordobesa es una reivindicación justa y necesaria, que no solo protegería nuestro saber hacer, sino que lo elevaría al lugar que merece: el de un bien cultural con origen definido.

En un contexto de globalización, donde todo tiende a lo uniforme, necesitamos sellos que reconozcan lo singular, lo irrepetible, lo nuestro. La IGP sería un escudo, sí, pero también una bandera. Y estamos dispuestos a izarla.

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