“El ‘modus operandi’ es siempre el mismo” nos explica el director del laboratorio, Manuel Llopis. “Recibimos diamantes para contrastar la certificación y comprobamos que la inscripción en el filetín corresponde a un certificado GIA existente de un diamante natural”.
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“Sin embargo cuando llevamos a cabo las comprobaciones de la gema con los instrumentos gemológicos, detectamos que se trata de un diamante sintético, habitualmente producido bajo el método CVD” (Deposición Química de Vapor, en sus siglas en inglés).
¿Qué es lo que ocurre?
Lo que hacen los falsificadores es conseguir certificados gemológicos auténticos de un laboratorio de prestigio (IGI, GIA, HRD…) y a partir de ahí buscar un diamante sintético de similares características, o incluso reproducirlas en algún taller ‘pirata’ de corte y pulido a partir de una pieza en bruto.
Una vez conseguida la piedra se graba con láser en el filetín del diamante el número de inscripción que indica el laboratorio y se realiza un duplicado del documento original. A partir de ahí se intentan ‘colar’ en el mercado.
El origen de las piedras que llegan al laboratorio valenciano es variado, tal y como nos cuenta Manuel Llopis, y pueden proceder desde profesionales, compraventas, casas de subastas… e incluso de particulares que han comprado una joya o una gema a través de plataformas de venta online y quieren contrastar la autenticidad de lo adquirido.
Consejos del Laboratorio:
Extremar el cuidado y no caer en el error de no comprobar proporciones, situación de las inclusiones, medidas, fluorescencia, foscorescencia, patrón columnar entre polarizadores cruzados, Screener, … etc.
Si la piedra está suelta, una de las mejores comprobaciones son las proporciones, que en general, algunos de los parámetros no coinciden no coinciden con las originales del laboratorio.
Más información: www.gemologiamllopis.com