En estos Apuntes de Viaje regreso hoy a la antaña región fundada en el año 27 A.C. por el emperador romano Augusto cuya correspondencia actual geográfica difiere de los lindes fronterizos fijados vigentes con la actual Portugal pues Extremadura y partes de Castilla León y Castilla La Mancha la integraban, pero que por extensión acojo como semilla de mi admirado pueblo luso.
Su artesanía joyera de filigrana tanto en oro como en plata es de marcado carácter religioso y evidencia el enorme trabajo que conlleva. Su máxima expresión es el corazón de Viana surgido de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús allá por finales del siglo XVIII.
Es fácil hacer un articulo de viaje como este sobre un país que posee tanta cultura y rico pasado. Una de mis predilecciones es el Museo Calouste Gulbelkian, en Lisboa.
Este coleccionista particular armenio, ingeniero de formación, reunió un elenco de piezas de arte magnificas —alrededor de 6.000— fruto de su azarosa vida cosmopolita que le proporcionó una acaudalada existencia por sus inversiones en el mundo del petróleo y un ingente patrimonio que por su filantropía donó en su fundación para disfrute de los demás.
Museo que atesora cerámicas, esculturas, alfombras, cuadros, etc.., abarcando gran parte de la historia desde estatuas egipcias a pinturas de Degas, Renoir, Turner… en 15 salas repletas de obras. Y lo que más nos interesa: su colección sobre René Lalique es quizá la más importante del mundo.
Hablar sobre Lalique es hablar de un creador en vidrio, en joyas y relojes, en jarrones… un genial joyero francés cuya inspiración en los animales y la naturaleza le han categorizado como innovador único y atemporal.
Los contrastes portugueses
Como tercera pincelada final sobre mi viaje luso os recordaré que la Contrastería Portuguesa creada en 1248 bajo reinado de Alfonso III goza de un gran prestigio como institución.
Además de su gran tradición se ajusta a la estricta legalidad europea en materia de metales preciosos fruto del mandato de la Unión Europea a través de la Convención internacional de Viena de 1975, suscrita por Portugal para el reconocimiento de contrastes.
De forma tradicional, el mercado portugués vendía oro en 19 quilates y los mayoristas y joyeros consumían ese quilataje porque la ciudadanía se había acostumbrado a decir que era “más puro el oro”.