Así lo afirma ahora una placa junto a su estatua en la fachada de la Universidad británica, de la que un día fue mecenas, en la que se puede leer que “obtuvo su fortuna mediante la explotación de minerales, tierras y personas del Sur de África”.
El posicionamiento institucional de la conocida universidad viene a colación de una intensa campaña revisionista llamada ‘Rhodes must fall’ que empezó a tomar fuerza a comienzos de este año y que ha ocasionado disturbios en Reino Unido y los países del sur de África derribando algunas de las estatuas del fundador de De Beers.
La más simbólica es, sin embargo, la que permanece en la fachada de Oxford y aunque se ha pedido en varias ocasiones su desmantelamiento, permanecerá. En junio de este año 150 profesores del centro firmaron un memorando acusando al empresario de “racista, supremacista blanco y padre del apartheid”.
Pero no habrá damnatio memoriae como sucedía en la antigüedad cuando se borraba físicamente todo rastro de una persona despreciada, pues el órgano de Gobierno de la Universidad ha aducido «dificultades técnicas» para su desmantelamiento y se ha limitado a añadir dicha placa.
Ángel y demonio
Cecil Rhodes nació en Inglaterra en 1853 y en 1870, siendo adolescente, lo enviaron a la colonia británica de Sudáfrica por cuestiones de salud. Poco después entró en el negocio de los diamantes y en menos de dos décadas fundó la compañía De Beers. Tal grado alcanzó su poder que dio su nombre a un país, Rhodesia (la actual Zimbabue), y forjó las bases de un emporio que durante más de un siglo controló la producción mundial de diamantes.
Por el lado filantrópico Rhodes fue un gran benefactor de esta Universidad e incluso financió unas becas que llevan su nombre y que han beneficiado a 8.000 estudiantes (incluido el ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton) para asistir a Oxford.