Por María R. Dávila | El oro, los esmaltes y los diamantes, fueron los materiales favoritos para la realización de joyas de los maharajás y objetos de la vida en la corte que marcaban su status de poder, además de emplearse para los grandes tronos, como el trono del pavo real, que es el más claro ejemplo de arte, expresión y emblema del poderío mogol.
Este mítico trono en la historiografía mogola estaba realizado, según las fuentes, en oro macizo con esmaltes, perlas, rubíes, zafiros y, por supuesto, esmeraldas. Ahí fue donde Shan Jahan (1592–1666) coloco el diamante, Koh-i-Noor, gema que fue fuente de guerras y de luchas, y sobre el que recae una maldición, ya que todos los hombres que lo han tenido o han perdido sus tronos, o han caído en desgracia.
Según la tradición si el monarca era hombre debía ser entregado a su esposa. Esa historia de la maldición hacia el dueño del diamante data de un texto hindú que relata la primera aparición verificada de esta gema en el año 1306.
«Quien posea este diamante dominará el mundo,
pero, también conocerá todas sus desgracias.
Solo Dios, o una mujer, pueden llevarlo con impunidad»
Esta piedra histórica tuvo muchos propietarios siempre masculinos diferentes en India, Pakistán, Irán y Afganistán, antes de ser cedida a la Reina Victoria en virtud del Tratado de Lahore en 1849, y que representa una dramática declaración de intenciones.
Jean Baptiste Tavernier (París, 1605 – Moscú, 1689), que estuvo en Delhi en 1665 describió en sus Seis Viajes el trono con la forma de una cama, apoyado sobre cuatro patas de oro, sobre cuyas barras se elevaban doce columnas que servirían de sostén al dosel.
Las barras estaban labradas con decoraciones en forma de cruz con rubíes, esmeraldas y también con diamantes y perlas. En total había en el trono 108 grandes rubíes y 116 esmeraldas, pero muchas de estas últimas “tenían defectos” según el viajero francés.
Las doce columnas que apoyaban el dosel estaban decoradas con hileras de “espléndidas perlas y magníficos esmaltes” y Tavernier consideraba que ésta era la parte más valiosa del trono.
De esta magnificencia también serían los objetos ceremoniales mogoles que presentan una gran variedad, muchos de ellos parte de la famosa colección Al Thani. Cajitas para plumas, contenedores de pan, vasos que se colocaban alrededor de la mesa de los gobernantes y que eran conocidos como conjuntos del Durbar, que solían incluir, copas para el agua.
En la imagen siguiente podemos ver la magnificencia de un Durbar datado entre 1724 y1748, donde un grupo de mujeres, músicos y bailarinas actúan para el maharajá que está sentado en un su trono de oro, totalmente enjoyado.
El maharajá está pintado en un una proporción más grande que el resto de las figuras que componen la escena. Así muestra su estatus de poder sobre el resto de la escena con este orden de proporciones, donde podemos ver la delicada e individualizada representación de los rostros y objetos y la especial atención en todos los detalles. También se observan todos estos objetos que acabamos describir, distribuidos por el suelo de la escena.
El oro y los esmaltes
Estas piezas ceremoniales se realizaban en oro y podían decorarse con toda extensión de piedras preciosas siguiendo la técnica kundan, o mediante esmaltes con gran variedad de colores que imitaban a lo que se realizaba en kundan.
El esmalte no tiene antecedentes en la India ni en las regiones más cercanas, siendo esta una de las técnicas que se toman de esta interacción entre Oriente y Occidente, importadas por los joyeros europeos, pero que presentan el carácter propio de los joyeros indios.
Ya en el Renacimiento en Europa este arte del esmalte había alcanzado un gran nivel de excelencia, que queda patente de manera más significativa en la trasera de las piezas de joyas que presentaban hermosos coloridos.
También fue a partir de esta época en la India cuando el esmalte empezó a ser una de las técnicas más recurrentes tanto para las joyas de adorno personal, como para estos objetos presentes en el Durbar, e incluso para ser utilizado en la como decoración en las empuñaduras de las armas.
El sable que vemos representado en la imagen muestra una hoja de fabricación europea datada en torno al 1600, y al que posteriormente se le incrustaron decoraciones de oro.
En el reverso presenta un grabado con una inscripción en árabe persa, que menciona el nombre del emperador mogol Aurangzeb, cuyo reinado se sitúa entre 1658 y 1717 y que fue el sexto emperador mogol en la India. Está considerado como el último gran mogol.
En la parte superior, sobre la empuñadura, vemos una especie de sombrilla que representa, o más bien hace referencia, a la cúpula del cielo, una simbología recurrente en el Medio Oriente y La India, como símbolo de autoridad real.
Entre estos objetos excepcionales realizados en oro amarillo la colección Al Thani tuvo la enorme fortuna de contar con un estuche de pluma con incrustaciones de gemas, esmeraldas, rubís, diamantes y zafiros.
Se trata de un objeto excepcional y único, muy raro, para recibir un tratamiento de joya y que tiene un significado muy particular en la cultura de la corte iraní y mogol.
Las cajas para plumas con su pozo para la tinta se presentaron como símbolos de la más alta distinción, una práctica que se llevó a cabo en época del emperador Jahangir (1605-627) y se va a extender hasta el emperador Aranzeg, 1658-1707.
En esta cajita vemos la elaboración de los diseños kundan que cubren toda la superficie. Este objeto es el reflejo híbrido de la corte mogola en cuanto a la técnica de elaboración y la asimilación de un diseño iraní que del cual ya se conocen otros ejemplos a principios del S.XVI.
Su decoración, que se presenta en la base del tintero, cuenta con la imagen de un pájaro sagrado llamado Hamsa, que es el medio de aprendizaje y vehículo de transmisión que usa la deidad indi Sarasvati.
En este sentido y dentro de estos objetos excepcionales, una de las primeras piezas que entraron a formar la colección del Jeque Al Thani, fue un colgante-relicario de forma circular con gemas, donde podemos ver el uso y la importancia del oro amarillo en la joyería de la corte mogola, y donde se engastan al igual que la pieza anterior rubíes y esmeraldas.
Esta cajita relicario presenta en su interior una inscripción en persa que indica el peso de la pieza, lo que puede sugerirnos que estaba en el Tesoro mogol. Una procedencia respaldada por la gran calidad de la cajita.
La decoración del colgante relicario está realizada a base de diseños florales presentes en las manifestaciones artísticas mogolas donde queda patente, el uso y la importancia del oro amarillo en la joyería de la corte, que sirven de base para la colocación de las más excepcionales piedras preciosas.