Entre las joyas de la impresionante colección del Museo Victoria and Albert de Londres hay una que mira directamente al espectador. Se trata de un colgante en forma de media luna rodeada de perlas, que enmarcan una placa de marfil en la que aparece pintada la miniatura de un ojo.
Y aunque, hoy en día, dicho objeto nos pueda parecer un tanto inquietante, fue algo profundamente romántico y sentimental en el Periodo de la Regencia (nombre por el que se conoce, en Gran Bretaña, al momento de transición entre las épocas georgiana y victoriana), una etapa en la que las joyas se utilizaron a menudo para transmitir mensajes de amor, códigos secretos e incluso relaciones platónicas.
A pesar de que algunos estudios afirman que esta joya ya existía con anterioridad, habitualmente se suele relacionar el origen de la miniatura conocida como Ojo de Amante (Lover’s eye) con la carta de amor que, en 1785, fue enviada por el entonces príncipe de Gales, posteriormente Jorge IV de Inglaterra, a su amante María Ana Fitzherbert. El príncipe británico estaba loco de amor y desesperado, pues se había enamorado de Fitzherbert pero, siendo ésta viuda y católica, las leyes matrimoniales británicas no permitían su unión.
Tras la primera propuesta del príncipe y para evitar controversias, la viuda se marchó del país, pero el joven no estaba dispuesto a dejarla escapar y le escribió una apasionada carta pidiéndole nuevamente su mano en matrimonio e incluyendo, en la misiva, un regalo raro y fascinante: la miniatura de su ojo y su ceja derecha, flotando misteriosamente sobre un fondo monocromo.
La alhaja, en forma de broche, había sido realizada por Richard Cosway, un popular miniaturista de la corte. Parece ser que el obsequio surgió efecto y los amantes se casaron en secreto e ilegalmente a finales de ese mismo año (aunque, posteriormente, el matrimonio fue declarado nulo y el príncipe sería obligado a casarse con su prima Carolina de Brunswick-Wolfenbüttel).
A partir de ese momento, sobre todo en Inglaterra pero también en Rusia y Francia, se pusieron de moda las joyas (broches, colgantes, anillos) en las que aparecían los ojos de los amantes, en un intento de capturar sus pensamientos y emociones íntimas, como si se tratara de una ventana abierta al alma de los mismos.
El ojo es uno de los símbolos más antiguos y poderosos utilizados por el ser humano; en algunas culturas ha sido un amuleto protector, en otras una advertencia de vigilancia e incluso, en ocasiones, se ha usado para representar a Dios. En este caso, fue empleado para realizar una declaración de amor.
Las pinturas con el ojo del amante llevaban implícita la idea de que este sería reconocible solo para el receptor y, por lo tanto, se podía utilizar en público, manteniendo en secreto la identidad de la persona amada. En algunos casos, incluso incluían una lágrima en trampantojo o podían servir como relicario, portando un mechón de pelo del amante.
Los retratos de ojos siempre se representaban en miniatura y se pintaban en acuarela sobre marfil o gouache sobre cartulina. La mayoría no estaban firmados y se desconoce también el nombre de la persona cuyo ojo se representaba.
Se cuenta que la reina Victoria quedó fascinada por este tipo de alhajas y encargó al pintor Sir William Charles Ross numerosos retratos de sus hijos y de muchos de sus amigos y parientes. Tras ella, la moda de llevar un broche o un anillo con el ojo de la persona amada fue declinando hasta prácticamente desaparecer. Y, sin embargo, en nuestros días algunos artistas han vuelto a sentirse inspirados por ella.
La joyera Sandra Hendler pinta ojos en miniatura y los coloca en joyas antiguas; mientras que la española Pilar Cano Romero lo ha reinterpretado planteándolo como una escultura íntima pero impersonal. Fee Greening los dibuja en sus acuarelas y la miniaturista LorraineLoots los traza por encargo. Alexis Zambrano los convirtió en uno de los temas de sus cuadros mientras que para Fátima Ronquillo son una de las señas de identidad de su obra.
Finalmente, no podemos dejar de mencionar que incluso en una de las series de televisión más famosas de los últimos tiempos, Los Bridgerton, se utilizó esta alhaja para dar pistas sobre un personaje, concretamente Marina Thompson (interpretada por Ruby Barker).
La joven utiliza un collar muy significativo que, cuando sabemos interpretarlo, comprendemos que nos está hablando de su situación: su amante está lejos, luchando en la Guerra de Independencia española y, como no puede tenerlo a su lado, lleva su ojo colgando del cuello, cerca de su corazón.
Pasan los años, incluso los siglos, y algunas modas regresan. Y tal vez lo hacen para recordarnos que, aunque los tiempos cambien, aunque el espacio se transforme, lo importante -el amor- siempre, siempre permanece.