El Proceso de Kimberley volvió a mostrar su inoperancia a la hora de establecer posturas comunes y su último plenario, que se celebró a lo largo de la semana pasada en Zimbabwe, acabó en un enfrentamiento de alta tensión y sin conciliar un comunicado final, como solía ser habitual.
¿El motivo? Los diamantes procedentes de Rusia y su empleo por parte del Gobierno de Putin para financiar los costes de la guerra en Ucrania.
Las discusiones sobre el comunicado de clausura del plenario debían concluir el viernes a las cuatro de la tarde pero a las cuatro y media de la madrugada del día siguiente se llegó a un punto muerto del que ya no se pudo salir.
La Coalición de la Sociedad Civil del Proceso, compuesta por el grupo de observadores de países productores de diamantes, en su mayoría africanos, abandonó las conversaciones alegando que “ya no podemos observar este triste espectáculo que continúa erosionando la gobernanza responsable de los diamantes”.
Como era de esperar, Rusia y sus países satélites o afines, como Bielorrusia, la República Centroafricana (RCA) y Kirguistán, se opusieron a cualquier tipo de comunicado que abordase la voluntad de ampliar la definición actual de diamantes en conflicto.
Es más, en el plenario tampoco se pudo comentar el simple hecho de que recibió una carta de Ucrania sobre el papel de los diamantes en la financiación de la guerra de Rusia contra Ucrania, tal y como denunciaba el portavoz de la Sociedad Civil.