La puesta en marcha de la planta de producción de diamantes sintéticos en la localidad cacereña de Trujillo ha despertado mucho ruido mediático por la participación en la sociedad Diamond Foundry del conocido actor Leonardo Di Caprio pero también dudas sobre la financiación del proyecto y sobre su supuesta sostenibilidad en el uso de los recursos.
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Según el análisis detallado de un medio local, la empresa ya ha recibido friolera de 201 millones de euros en subvenciones públicas si se tienen en cuenta los 120 millones aportados por Sepides (Sociedad Estatal de Promoción Industrial y Desarrollo Empresarial) a finales de 2022, que se suman a los 81 millones de subvención de la Junta de Extremadura el pasado mes de diciembre.
Eso, sin contar las ayudas “encubiertas” en otro tipo de impuestos locales como el IBI, Actividades Económicas, licencias de obras… etc, según denuncia el artículo.
De todo ese dinero hay sin embargo algo que no cuadra. De la inversión total estimada según la prensa nacional en 800 millones de euros, la empresa invertirá solo 245 (Según datos del Sepides) y no se sabe cuánto ha invertido hasta ahora, pues la “primera piedra” se puso en marzo de 2023 cuando ya se había conseguido la primera subvención.
¿Producción realmente sostenible?
Esos supuestos diamantes “ecológicos” como la prensa nacional publicitaba a bombo y platillo cuando arrancó el proyecto también ha sido motivo de análisis en el artículo, pues hay datos que hacen dudar.
En primer lugar el consumo de agua superará anualmente el de los más de 8.600 habitantes de Trujillo ya que en el Informe de Impacto Ambiental se estima que consumirá en torno a los 736.160 m3 anuales. Por tanto, la red municipal pasaría de aportar 650.000 m3 (consumo local) a los 1.364.260 m3, o lo que es lo mismo, 1,36 hectómetros cúbicos (hm3).
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La autosuficiencia energética también parece de momento una utopía pues a día de hoy la planta está conectada a la red eléctrica local y no está tan claro que el futuro parque fotovoltaico aporte la energía necesaria cuando la producción esté a máximo rendimiento.
La puesta en marcha de esa central eléctrica ya ha generado el rechazo de buena parte de la población local pues de momento ya se han instalado torres de alta tensión en un entorno natural y arquitectónicamente único, como es la ciudad de Trujillo.
Otra de las cuestiones que denuncia el artículo es la emisión de gases contaminantes como el CO2 y el metano. Según la Dirección General de Sostenibilidad de la Junta de Extremadura la fábrica emitirá a la atmósfera, entre otras cosas, 70 toneladas de metano al año, un nocivo gas de efecto invernadero cinco veces más contaminante que el CO2, procedente del venteo al exterior de los reactores de plasma, que acumulan este gas durante la producción y que necesita airearse para el siguiente proceso.
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En este sentido la Junta sugiere vagamente que el gas lo utilice «alguna empresa que se dedique al aprovechamiento del metano y que las toneladas de CO2 que emite la fábrica se compensen con reforestaciones». «Es el gran timo de las plantaciones de árboles para compensar las emisiones de gases perjudiciales, un tremendo fraude para lavar la cara de las empresas más contaminantes» tal y como señala el autor del artículo, Eugenio Romero.
Tal y como comentan desde la plataforma Salvemos el Berrocal (la zona en la que se ha construido la fábrica, «ni verde, ni sostenible, ni autosuficiente energéticamente, ni neutra en carbono, ni crea el empleo que prometió, ni hará reciclaje de aguas residuales, ni será bajo su consumo de agua2.